La Autoridad de Dios Apocalipsis 4:11
Cuando Dios creó el
universo, estableció un principio para gobernarlo: el principio de autoridad. Dios mismo es la autoridad máxima. Bajo
Dios estaban los arcángeles y bajo los arcángeles había muchos otros ángeles.
Cuando fue creado el hombre, él también quedó bajo la autoridad de Dios.
Autoridad implica el
derecho de gobernar y el derecho de ser obedecido. Toda la autoridad pertenece
a Dios porque Él es el Creador de todas las cosas. Las huestes del cielo lo
adoran diciendo: (Apocalipsis 4:11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la
honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen
y fueron creadas).
La rebelión de
Lucifer fue contra la autoridad de Dios
Pero llegó un momento en que este ángel poderoso se rebeló contra su Creador.
No estaba contento con ser el principal de todos los ángeles. Él quiso ocupar
el lugar de Dios y dijo en su corazón:
YO subiré al cielo, YO levantaré mi trono en lo alto junto a las
estrellas de Dios.
YO me sentaré en el
monte del testimonio. YO subiré sobre las alturas de las nubes;
YO SERÉ SEMEJANTE AL
ALTÍSIMO (Isaías 14:13–14 Traducción Libre).
La rebelión de
Lucifer fue contra la autoridad de Dios.
Él procuraba ocupar el lugar de Dios. Como resultado de su rebelión, pasó a ser
Satanás, el enemigo de Dios y el enemigo del hombre. Un tercio de los ángeles
del cielo siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Estos ángeles caídos
se llaman “demonios” o “espíritus malos”.
Satanás, junto con
los ángeles caídos, formó un reino opuesto a Dios y a Su reino. Desde entonces
han habido dos reinos en el universo: el reino de Dios y el reino de Satanás. Antes
de la rebelión de Satanás, toda criatura vivía bajo el principio de obediencia
a la autoridad de Dios. Pero Satanás introdujo otro principio: el principio de
rebeldía. Rebeldía es una actitud del corazón hacia Dios que dice: “Haré lo que
YO quiero hacer. No te obedeceré”.
Satanás deseaba
introducir su espíritu de rebeldía en el hombre, pero no se acercó a Adán
primero. En cambio se dirigió a Eva y la indujo a desobedecer a Dios comiendo
el fruto prohibido. Cuando Adán supo lo que Eva había hecho, tomó también el
fruto prohibido y comió.
La Biblia dice que
Eva fue engañada. Pero Adán no lo fue. Él eligió desobedecer a Dios. Adán
siguió a Satanás en su rebeldía contra Dios. Dijo en su corazón: “Haré lo que
YO quiero hacer”. Romanos 5:19: Por
la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores
Por la rebelión de
Adán, el pecado entró al mundo. Adán transmitió su naturaleza rebelde a sus
hijos y al mundo entero. De allí en adelante, la rebeldía fue un principio en
el corazón del hombre. La Biblia dice: Isaías 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual
se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Después del diluvio, Dios estableció leyes e instituyó el gobierno humano. Dio a los
hombres la autoridad para ejecutar Sus leyes. Dios hizo esto para la protección
de la humanidad. La gente era tan pecadora y rebelde que si no hubiera tenido
alguna forma de gobierno, habría sido imposible controlar el mal.
Fue Dios quien
instituyó la pena de muerte. Quería que los hombres comprendieran lo grave que
es quitar la vida a otra persona. Dios dijo a Noé: El que derramare sangre de
hombre, por el hombre su sangre será derramada… (Génesis 9:6).
El Fracaso de Israel Más tarde,
Dios escogió a Abraham para ser el padre de una raza que se llamaría “el pueblo
de Dios”. Dios quería un pueblo que le fuera obediente a Él en medio de la
rebeldía de la raza humana.
Abraham es conocido
por su gran fe, pero era también un hombre que obedecía a la autoridad de Dios.
Dios dijo de Abraham: Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después
de sí, que guarden el camino de Jehová… (Génesis 18:19).
Los descendientes de
Abraham formaron la nación de Israel, el pueblo escogido de Dios. El propósito de
Dios era que su pueblo fuese obediente a Él y estableciera Su autoridad en la
tierra. Dios quería que a través de la nación de Israel, todos los pueblos de
la tierra llegaran a conocerle a Él.
Pero el pueblo de
Israel era desobediente y rebelde. Dios tuvo que ejemplarizar muchas veces. Al
fin, Dios permitió que su nación fuese destruida debido a su desobediencia
continua. Aquellos que no murieron fueron llevados como esclavos y dispersados
por todo el mundo.
Entonces, en el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo al mundo. Sabemos que el Señor
Jesús vino a morir por nuestros pecados, pero también vino para restablecer el
principio de obediencia. Jesús dijo: San Juan 6:38 Porque he descendido
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Jesucristo es
Dios. Antes de venir al mundo
compartía la misma gloria y autoridad del Padre. Pero, cuando vino al mundo,
abandonó Su posición de gloria. Se humilló a Sí mismo, haciéndose hombre. La
Biblia dice: Filipenses 2:6–7 El
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres.
En el huerto de
Getsemaní, cuando el Señor Jesús meditaba en cargar nuestros pecados en la
cruz, San Mateo 26:39 Él oró: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;
pero no sea como yo quiero, sino como tú. Ya que era la voluntad de Dios que Jesús
muriera en la cruz por nuestros pecados, Él voluntariamente obedeció a Su
Padre.
Jamás ha habido un
suceso tan maravilloso en el universo como el Hijo de Dios siendo obediente
hasta la muerte.
La Biblia dice: Y estando en la condición de hombre,
se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz
(Filipenses 2:8).
Se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte: Porque Cristo se humilló a sí
mismo y fue obediente hasta la muerte, Dios el Padre lo levantó de entre los
muertos y lo exaltó hasta el trono mismo del universo. La Biblia dice: Por lo
cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre (Filipenses 2:9).
Por lo cual Dios
también le exaltó hasta lo sumo…(Filipenses 2:8–9). A este hombre, Jesucristo,
se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Ha llegado a ser
Cabeza de una nueva raza: los hijos de Dios. Tal como Él vivió su vida por el
principio de la obediencia, así debemos vivir nosotros por esta misma norma de
obediencia.
Hay Dos Principios en el Mundo:
1 El principio de rebeldía, que es el principio de
Satanás.
2 El principio de obediencia, que es el principio de
Cristo.
Cada persona pasa su
vida guiada por uno u otro de estos dos principios.
Esta actitud de
rebeldía contra Dios y Su autoridad emana del corazón expresándose en caos y
desorden. La Biblia dice que el mundo se irá haciendo más y más descontrolado a
medida que nos acerquemos al fin de esta era.
Muchas personas que
profesan ser cristianos nunca se han arrepentido de sus pecados. Siguen
viviendo guiados por el principio de rebeldía y Cristo no los recibirá. El
Señor Jesucristo dijo: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
de maldad (Mateo 7:21–23).
El Principio de Obediencia: Hágase TU voluntad Nosotros los creyentes debemos respaldar la autoridad
de Dios. Antes de aceptar a Cristo éramos rebeldes y desobedientes, pero cuando
Dios nos salvó, hizo posible que viviéramos una vida nueva bajo el principio de
obediencia. El Señor Jesucristo, “El Obediente”, vive ahora en nosotros. La
Biblia dice: ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en
vosotros…? (2 Corintios 13:5).
Porque tenemos al
Señor Jesucristo viviendo en nosotros, podemos obedecer a Dios. Pero nuestra
obediencia no es automática. No fue automática en la vida del Señor Jesús. Él
eligió vivir la vida bajo el principio de obediencia. Y nosotros debemos
escoger vivir nuestra vida bajo el mismo principio. La Biblia dice: Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús (Filipenses 2:5).
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