LA CRUZ ES COMPLETA

 

LA CRUZ ES COMPLETA  

JULIO 2024

Corintios 1:18 "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es decir, a nosotros, es poder de Dios."

"La palabra de la cruz": Se refiere al mensaje central del cristianismo, que es la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección, que trae salvación.

"Locura a los que se pierden": Para aquellos que no creen en Jesús, este mensaje parece absurdo y sin sentido.

"Poder de Dios para los que se salvan": Para aquellos que aceptan a Jesús como Salvador, la palabra de la cruz es una demostración del poder de Dios para transformar vidas y darles la salvación

Colosenses 1:16-17: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten."

LA CRUZ ES COMPLETA.  CRISTO TIENE TODO.  Y SI EN CRISTO QUE LO TIENE TODO NOS FUE DADO POR EL PADRE:

ENTONCES  NECESIDAD DE QUE TENEMOS / QUE NOS PUEDE FATAR

Y SI ALGO NOS FALTASE CRISTO LO LLENA

Y SI ALGUNA AÑADIDURA NO LLEGA ES POR QUE PARA NOSOTROS SERIA SUPERIOR A CRISTO

SI USTED CONSIDERASE QUE LA CRUZ NO ES SUFICIENTE TIENE LA RESURRECCIÓN Y SI NO LE ALCANZA TIENE LA ASENCCION AL TRONO Y ADEMAS LA VERDAD ATRAVES DEL ESPIRITU SANTO.

PABLO  BASTATE MI GRACIA (LAS SANIDADES NO ALCANZAN, LOS MILAGROS NO ALCANZAN) Pablo consideraba que esa era la parte más importante de su fe: "En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo" (Gálatas 6,14).  2 Corintios 12  9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

"DIOS NOS DIO A CRISTO"  DIOS ENVIÓ A SU HIJO, JESUCRISTO, AL MUNDO PARA LA SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD, EN UN ACTO DE LA  MANIFESTACIÓN DE SU AMOR Y DE SU  MISERICORDIA.

EL SACRIFICIO DE CRISTO EN LA CRUZ ES FUNDAMENTAL E INRREMPLAZABLE PARA LA RECONCILIACIÓN ENTRE DIOS Y NOSOTROS, Y PARA LA REDENCIÓN DE LOS PECADOS.  CRISTO COMO EL HIJO DE DIOS Y SALVADOR ES EL CENTRO DE NUESTRA FE. EN EL ESTAMOS COMPLETOS.

La Gloria de la Cruz  El poder de una paradoja

 Vayamos, hacia el Monte Calvario y observemos detenidamente la cruz de Cristo. No se trata solamente de dos maderos cruzados; tampoco se reduce a una pieza de joyería que mucha gente usa hoy en día. Esta cruz guarda un significado tan enorme y una importancia tan grande que llega a comprender la totalidad de la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Es la figura central de toda nuestra vida cristiana. Así pues fijemos la mirada en Jesús, nuestro Señor, y en su cruz.

 Pero no somos los únicos que veneramos la cruz con gran atención. El propio Pablo consideraba que esa era la parte más importante de su fe: "En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo" (Gálatas 6,14). Cuando Pablo dice "gloriarme de la cruz" lo que quiere expresar es enorgullecerse de ella, encontrar en ella la razón de su alegría y realización y reconocer que ella encierra un gran valor. Cuando el apóstol escribió estas palabras, se estaba gloriando de la cruz y al mismo tiempo rechazando la noción de enorgullecerse de su propia capacidad o atribuirle gran valor.

 Al gloriarse de la cruz, Pablo estaba poniendo sus propias realizaciones, que eran muchas, en segundo plano; estaba de hecho diciendo que la gloria de la cruz sobrepasa todo lo demás. Esto pudo decirlo porque veía que este extraordinario acontecimiento —la muerte de Jesús en la cruz— nos había salvado de la muerte eterna y nos había comunicado la vida imperecedera. Pudo haberse gloriado de muchas cosas, especialmente del sinnúmero de sus propias realizaciones, talentos y atributos, pero prefirió gloriarse de la cruz, porque veía que era algo mucho más elevado que todo lo que él pudo haber logrado en su vida.

 La cruz constituye el centro y esencia misma de nuestra fe y es aquello de lo que más nos gloriamos, porque creemos que todos somos pecadores que no podemos salvarnos sin la ayuda de Dios. Creemos también que el pecado nos separó a todos de Dios y que el Señor envió a su Hijo al mundo para hacer aquello que no podíamos hacer nosotros mismos. Si no hubiera sido por la cruz, no habría resurrección y tampoco salvación; en realidad, si no hubiera sido por la cruz, no tendríamos esperanza alguna de vida eterna.

La crucifixión de Cristo resulta ser una de las paradojas más grandes de la historia: La muerte de Jesús nos trajo la vida; su corona de espinas se ha convertido en nuestra corona de gloria; su corazón traspasado nos ha dado un corazón nuevo; su extrema humillación nos ha comunicado una dignidad inimaginable. Para el ojo incrédulo, la cruz no pasa de ser nada más que un simple ejercicio de sufrimiento; pero para los que creemos, la cruz es digna de todo honor porque es el instrumento de salvación; es nada menos que el "poder de Dios" para nuestra vida  (1 Corintios 1,18 LOCURA).

 Contemplar la cruz nos mueve a VER dos verdades: 1- que Dios no quiso estar separado de su pueblo amado, porque la injusticia no podía coexistir con la justicia perfecta. El pecado humano ha ofendido a Dios y nos separó de Él; por eso, sólo la muerte de Jesús podía reconciliarnos plenamente con nuestro Padre. Y todo esto nos lleva a la 2 verdad: que el pecado, aquello que nos separó de Dios, no era algo pasajero ni insignificante, el pecado original no era algo que podía remediarse solamente con un recurso de menor valor: lo que se necesitaba era la muerte del Hijo de Dios. LA CRUZ

 Estas dos verdades nos permiten ver claramente que la cruz ocupa el lugar central del plan de Dios para la salvación de la humanidad. No fue solamente un detalle más de la historia, ni algo malo que le sucedió a una persona buena. El propio Jesús mismo les dijo a sus discípulos que tendría que sufrir, que lo matarían y luego resucitaría de entre los muertos (Mateo 16,21). El Señor sabía que tenía que aceptar el sufrimiento, la humillación y hasta la muerte, porque no había nada más que pudiera borrar el pecado y despojar al maligno de sus armas. Por eso, por su gran amor a Dios su Padre, y a nosotros los pecadores, voluntariamente aceptó morir en la cruz.

 Jesús tuvo que morir para salvarnos. A Pedro le llevó tiempo comprender, también tenemos que comprenderlo nosotros: que Jesucristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud" 1 Pedro 2,24 "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados."). Y así fue como, gracias a su muerte en la cruz, el Señor nos libró de la desobediencia, el orgullo, la vanidad, la envidia y el egocentrismo en los que todos habíamos caído. Su sacrificio en la cruz nos trajo la victoria sobre nuestros propios pecados… ¡SUFICIENTE!  Cuando Pedro escuchó que Jesús decía que tenía que ir a Jerusalén donde moriría: "¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no te puede pasar!" Pero el Señor le respondió con una amonestación: "¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres": Mateo 16,22-23.

Todos tenemos que abrazar la cruz, es decir, aceptar a Jesús de todo corazón y seguir el camino que Él nos indica.

 Cuando contemplamos la cruz de Cristo, vemos dos realidades importantes: la cruz misma y la aplicación de la cruz. La verdad de la cruz es que Jesús murió una sola vez por todos nuestros pecados. Ahora, la aplicación: Aun cuando Jesús murió por todos nuestros pecados, esta es una gracia y una misericordia que solamente llegamos a experimentar cuando reconocemos y comprendemos, o sea aplicamos, el poder de la cruz. Pero no podemos experimentar esta libertad del pecado en forma clara y profunda si conscientemente dejamos que el pecado siga dominando nuestra conducta.

 En esto hay que tener cuidado. No se trata de si vamos a cometer pecados; por supuesto que lo haremos, pero Dios, que es rico en misericordia, nos perdona y nos sana de nuestros errores y debilidades. Ahora bien, cuando pensamos y actuamos de una manera que disculpa o promueve el pecado o cuando sabemos que estamos cometiendo faltas y no hacemos nada por evitarlas, convertimos la cruz en piedra de tropiezo. Una cosa es ceder a la tentación y caer en pecado y luego arrepentirse, conscientes de que hemos hecho mal; otra cosa completamente distinta es no hacer nada y dejar que el pecado habitual siga manifestándose libremente en nuestra vida, especialmente cuando sabemos que de esa manera ofendemos al Señor y nos perjudicamos a nosotros mismos.

 El mundo en que vivimos no duda en disculpar la mentira, la manipulación y el engaño; es un mundo que aprueba y fomenta el aborto, el matrimonio entre homosexuales, el adulterio y la cohabitación de parejas no casadas. Los hábitos pecaminosos como éstos son contrarios al mensaje de la cruz, que nos pide entregar la vida para servir a Dios y a nuestros semejantes. Si disculpamos o justificamos las conductas de pecado (egoísmos) tropezaremos y caeremos en el intento de aceptar la cruz.

 El Señor le dijo a Pedro y a los demás discípulos: "El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?" (Mateo 16,25-26). En efecto, ¿de qué nos sirve aferrarnos a las opiniones y actitudes que contradicen las enseñanzas de Jesús, nos separan de Él, nos impiden amar a los demás y nos llevan a una espiral descendente en la vida espiritual de la cual no podemos salir solos?

 La victoria es nuestra. Jesús vino a este mundo a entregar su vida en la cruz por la salvación del ser humano. Así pues, su victoria es nuestra victoria; su resurrección es nuestra resurrección; su triunfo sobre el pecado y la muerte es nuestro triunfo. ¿Qué podemos hacer nosotros para reconocer su enorme generosidad y misericordia y agradecérselas? Algo que podemos hacer es meditar diariamente en el significado y la importancia de la cruz y dedicarle atención al Señor haciendo oración todos los días. Digámosle a Cristo que reconocemos que somos pecadores y que sentimos una enorme gratitud por el precio que Él pagó en la cruz. Tengamos presente que el poder de su cruz nos puede librar de los pecados habituales que nos persiguen con insistencia y nos mantienen atados. La cruz de Cristo tiene el poder, un poder que está a disposición de todos que lo acepten.  GLORIÉMONOS, PUES, EN LA CRUZ DE CRISTO PARA QUE VIVAMOS A LA LUZ DE LA VICTORIA QUE EL SEÑOR GANÓ PARA NOSOTROS.

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