Muchos de nosotros tenemos posesiones que consideramos como pérdidas impensables o sea tesoros intocables. Por ejemplo, algunos padres no pueden imaginar vivir sin sus hijos, algunos casados no pueden imaginar vivir sin sus cónyuges, algunos ancianos no pueden imaginar sus vidas sin sus casas, algunos adolescentes no pueden imaginar vivir sin sus amigos, algunos deportistas no pueden imaginar vivir estando paralizados, algunas mujeres no pueden imaginar vivir sin su belleza. Y a veces, nos encontramos con estas pérdidas impensables—es decir, perder un tesoro intocable.
El joven rico En Marcos 10:17-22, vemos la historia del joven rico que se
presentó ante Jesús para preguntarle qué tenía que hacer para heredar la vida
eterna. Sin embargo, para este joven rico, la pérdida impensable eran sus posesiones.
«Una cosa te falta...» le dijo Jesús. Luego, le hizo dos ofertas. En la primera OFERTA, Jesús le ofreció
al joven que renunciara a sus riquezas a cambio de los tesoros en el cielo. La segunda oferta, que era la mayor
de las dos «Ven, sígueme». Era una
oferta para hacer a Jesús su mayor tesoro, como su única e impensable pérdida.
Para el joven, su riqueza era aquello sin lo que no podía vivir, era su tesoro intocable. Al elegir aferrarse a la riqueza como su pérdida impensable, resultó una pérdida infinita y eterna ya que perdería no solo los tesoros eternos en el cielo, sino también el pase a la vida eterna.
¿O es Jesús?
Si no es Jesús, Él nos dice las mismas
palabras en este momento: «Te falta una cosa...».
El Apóstol Pablo
dijo: Filipenses 3: 7 Pero cuantas
cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él,
Amar a Jesús nos convierte en alguien que dice: «Si ya no tuviera a Jesús, me faltaría todo». Amén
MINISTERIO MI ESCUDO MAYO 2024 - PASTORA ANA CARRIL
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