PENTECOSTÉS 12MAY24
UN DE REPENTE SÚBITAMENTE
HECHOS 2 PROFECÍA CUMPLIDA
El
derramamiento del Espíritu Santo de Dios para llenar y morar en las personas —
fue profetizado en el A.T. Isaías 44:3 y se cumplió en Pentecostés (Hechos 2). Hechos
2:2-4 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. MANIFESTACIÓN VISIBLE Y
AUDIBLE
UN
DERRAMAR EL SEÑOR CON EL DERRAMAMIENTO
DE SU ESPÍRITU DESDE PENTECOSTÉS HA VENIDO A MORAR EN LOS CREYENTES PARA
DIRIGIR SU IGLESIA.
LA
IGLESIA ES LA VOZ PROFÉTICA ANUNCIA LAS BUENAS NUEVAS.
Joel 2:28-29 “Y después de esto derramaré mi Espíritu
sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los
siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”
EL QUE CONDUCE A TODA VERDAD Juan 16:13-15 Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 Él
me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15 Todo lo que
tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
EL QUE CONVENCE DE PECADO Juan 16:8-11 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo
de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10
de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por
cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado
Los
creyentes tienen siempre al Espíritu Santo en sus vidas. HABITA "¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" (1 Corintios
6:19). El Espíritu no será quitado de
nosotros. Él es nuestro consolador, nuestro ayudador, nuestro paracleto
hasta que Jesús venga (Juan 14:16). En ese momento Jesús estará con nosotros,
claramente y por siempre.
Pero que el Espíritu more en el
creyente no es lo mismo que la presencia manifiesta del Espíritu. Cada creyente pasa por momentos en
que no "siente" que es salvo, o cuando sigue con sus actividades sin
estar consciente de la presencia del Espíritu dentro de él. Pero luego, hay
momentos cuando ese mismo Espíritu que habita en él, lo visita de una manera
especial y evidente. Podría ser una canción que el Espíritu trae a nuestra
mente; podría ser un encuentro casual con un amigo; podría ser un impulso a
orar, un deseo de estudiar la Palabra, o una sensación de paz inexplicable; el
Espíritu no está limitado en la forma en la que se revela a Sí mismo. El punto
es que Él se hace conocer. Él es nuestro consolador. "por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de
que somos hijos de Dios" (Romanos 8:15-16).
En este pasaje Joel profetiza el
comienzo de la iglesia de Cristo. Tiempo donde todos podrán en todas partes
invocar el nombre del Señor Jesucristo, recibir el perdón de pecados y entrar a
ser parte del reino de Dios. Todo esto por medio de la presencia del Espíritu
Santo.
El profeta estaba contemplando este tiempo, donde el Espíritu Santo sería derramado ya no sólo sobre profetas, reyes y sacerdotes, sino sobre toda carne, lo que alude a toda persona que ha creído en Jesucristo y ha recibido la promesa del Espíritu: jóvenes, viejos, hombres y mujeres que tendrán esta experiencia, para que sin distinción ni discriminaciones invoquen la Palabra del Señor y sean instrumentos de salvación para el mundo.
Qué gran privilegio se nos ha concedido, no sólo experimentar la salvación personal en Jesucristo, sino ser voceros que comuniquen las buenas nuevas a todos los que deseen escuchar. Hoy la iglesia cristiana es la voz profética de Dios y debe revelar el mensaje del evangelio llamando al arrepentimiento y extendiendo la esperanza de Cristo a todo este mundo afligido.
“Derramaré mi Espíritu”, alude a un
regalo de gracia abundante que alcanza todas las edades. Igual que en tiempos
de Joel donde la lluvia cayó en gran magnitud para restaurar la tierra seca y
devastada por la langosta, ahora es por el poder del Espíritu Santo en cada
creyente que el mensaje de salvación se esparcirá por todo este mundo que se
aproxima al final de los tiempos.
Profetizar es proclamar los propósitos bíblicos de Dios para este tiempo, es hablar en el nombre de Dios su Palabra, y ya no es un privilegio de unos pocos, sino un atributo para todo creyente, con lo cual no hay excusa para que callemos, pues Dios usará aun hasta los más niños para darle una oportunidad de salvación a todos los que nos rodean.
Reconozcamos que “invocar su nombre” es invitarlo a actuar como Señor y Salvador, no sólo en la experiencia inicial del nuevo nacimiento, sino invitarlo a actuar en todos los aspectos y momentos de nuestra vida
¿Qué es el derramamiento del Espíritu Santo?
El derramamiento del Espíritu Santo — el
derramamiento del Espíritu de Dios para llenar y morar en las personas — fue
profetizado en el Antiguo Testamento y se cumplió en Pentecostés (Hechos 2).
Este evento fue predicho en el Antiguo Testamento: en Isaías 44:3 Dios dijo a
Israel, "Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la
tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre
tus renuevos". El Espíritu Santo se representa como el "agua de
vida" que salva y bendice a un pueblo moribundo. El día de Pentecostés,
Pedro citó otra profecía que se estaba cumpliendo: "Y después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu
en aquellos días....Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será
salvo" (Joel 2:28-29, 32).
El derramamiento del Espíritu Santo introdujo una nueva era, la era de la iglesia. En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo era un don extraño que sólo se daba a unas pocas personas, y por lo general sólo por períodos cortos de tiempo. Cuando Saúl fue ungido como rey de Israel, el Espíritu Santo vino sobre él (1 Samuel 10:10), pero cuando Dios retiró Su bendición de Saúl, el Espíritu Santo lo dejó (1 Samuel 16:14). El Espíritu Santo también vino en momentos o temporadas específicas en las vidas de Otoniel (Jueces 3:10), Gedeón (Jueces 6:34) y Sansón (Jueces 13:25; 14:6), para permitirles hacer Su voluntad y servir a Israel. En Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre todos los creyentes en Cristo, y vino a quedarse. Esto marcó un cambio importante en la obra del Espíritu Santo.
Antes de ser arrestado, Jesús había prometido enviar el Espíritu Santo a Sus discípulos (Juan 14:15-17). El Espíritu "mora con vosotros, y estará en vosotros", dijo Jesús (Juan 14:17). Esta fue una profecía de la permanencia del Espíritu, otro distintivo de la era de la iglesia. El derramamiento del Espíritu Santo en Hechos 2 también marcó el cumplimiento de las palabras de Jesús, ya que el Espíritu Santo vino sobre todos los creyentes de una manera poderosa, visible (y audible). Lucas registra el evento: "Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:2-4). Inmediatamente, los creyentes llenos del Espíritu salieron a las calles de Jerusalén y predicaron a Cristo. Tres mil personas fueron salvas y bautizadas ese día; la iglesia había comenzado (versículo 41).
El derramamiento del Espíritu Santo sobre la humanidad fue la inauguración del Nuevo Pacto, que había sido ratificado por la sangre de Jesús (Lucas 22:20). De acuerdo a los términos del Nuevo Pacto, cada creyente recibe el Espíritu Santo (Efesios 1:13). Desde Pentecostés, el Espíritu Santo ha bautizado a cada creyente en Cristo en el momento de la salvación (1 Corintios 12:13), ya que viene a habitar permanentemente en los hijos de Dios.
En el libro de los Hechos, hay tres "derramamientos" del Espíritu Santo, a tres grupos de personas diferentes en tres momentos diferentes. El primero fue para los judíos y prosélitos en Jerusalén (Hechos 2). El segundo fue a un grupo de samaritanos creyentes (Hechos 8). El tercero fue a un grupo de gentiles creyentes (Hechos 10). Cabe destacar que Pedro estuvo presente en las tres manifestaciones. Tres veces, Dios envió el Espíritu Santo con señales demostrables, mientras se cumplía la Gran Comisión. El mismo Espíritu Santo que venía sobre los judíos, samaritanos y gentiles de la misma manera en presencia del mismo apóstol, mantuvo unida a la iglesia primitiva. No había una iglesia "judía", una iglesia "samaritana" y una iglesia "romana", sino que había una iglesia, "un Señor, una fe, un bautismo" (Efesios 4:5).
El derramamiento del Espíritu es diferente de la llenura del Espíritu. El derramamiento fue una venida única del Espíritu Santo a la tierra; la llenura ocurre cuando nos rendimos al control de Dios sobre nuestras vidas. Se nos manda a ser llenos del Espíritu (Efesios 5:18). En este sentido, es posible que el creyente sea "lleno del Espíritu" o que "apague" el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19). En cualquier caso, el Espíritu Santo permanece con el creyente (a diferencia de la época del Antiguo Testamento, en la que el Espíritu Santo iba y venía). La llenura del Espíritu viene como resultado directo de la sumisión a la voluntad de Dios, y el apagar el Espíritu es un resultado directo de la rebelión contra la voluntad de Dios.
Algunos todavía buscan un "derramamiento" del Espíritu Santo sobre un grupo específico de personas en un lugar o tiempo determinado, sin embargo, no hay apoyo bíblico para la repetición de tal evento al estilo de Pentecostés. La iglesia ya ha comenzado; los apóstoles ya han puesto los cimientos (Efesios 2:20). A veces cantamos canciones que piden que el Espíritu Santo "venga"; la realidad es que Él ya ha venido sobre nosotros — en el momento de la salvación — y, una vez que viene, no se va. El derramamiento del Espíritu es una profecía cumplida que marcó el comienzo de la era de la iglesia y el Nuevo Pacto en el que a todos los creyentes se les da el Espíritu Santo
Pastora Ana Carril
EL ESPÍRITU SANTO HACE QUE LA IGLESIA ESTE EN MOVIMIENTO
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